Este ataque de
inconsciencia, este aceptar un cargo para el que se suele no estar
preparado (es lógico) pronto te empieza a jugar malas pasadas. En
seguida te das cuenta de lo difícil que es esta profesión…y de que estás
dispuesto a salir airoso, a poner lo mejor de ti y a intentar compensar
tus carencias con algo que solo depende de ti: ilusión y ganas de
aprender.
Desde el principio, el
entrenador de futuro, de largo recorrido, de los que no se quedan por el
camino, aprende a ser un gran encajador. Cuando hay que tomar decisiones
es fácil equivocarse y pronto se da cuenta de que está en el centro del
huracán.
Un entrenador tiene
personas a su cargo y es un formador. A él acuden los niños/as
voluntariamente y con ganas de pasarlo bien. Es un modelo a seguir y para
que este modelo sea eficaz en su labor debe estar a su vez lo suficiente
formado para saber como actuar y comportarse. Enseña baloncesto, pero
también enseña cosas más importantes que este, cosas que a ese jugador que
ahora es un niño le servirán algún día cuando se enfrente a la vida
fuera de la cancha. Porque ese niño ahora y sólo ahora es jugador, pero
toda la vida será persona.
Para que este trabajo
sea eficaz es necesario que se respete su labor y solo haya una voz. Esta
voz puede estar en ocasiones equivocada, pero seguro que si el respeto
existe, el final del camino será brillante, aunque se hayan tenido que
superar escollos.
Por otro lado es
habitual que todo entrenador pase por su “larga travesía del desierto”.
Este es un momento en el que se te plantean muchas dudas. Muchas dudas
sobre el sentido de su labor y de su esfuerzo, sobre si merece la pena
seguir, sobre si realmente hay alguien que crea en ti...sobre si tu mismo
crees en tu trabajo, en ti…
El que supera este
momento y sigue para adelante da un largo paso en su formación y creo que
empieza a dejar de ser un “aprendiz de entrenador” para empezar a ser
maestro.
¿Llegará algún día en
el que sea ENTRENADOR? No sé, ¡es tan difícil serlo! Tal vez sólo unos
pocos lo logran. Pero seguro que mucho antes, con su ilusión y esfuerzo,
con sus ganas de aprender y enseñar, dejándose mucho en el intento, se
haya ganado el derecho a seguir siendo lo que es, un profesional del
baloncesto, alguien que contagia ilusiones, alguien por el que un día un
valiente apostó y le dejó descubrir un mundo cargado de cosas
buenas, alguien que con su trabajo diario seguirá intentando ganarse el
respeto…
Juan José Hernández Liras.
Entrenador Superior de Baloncesto. |